El criterio principal para diagnosticar este trastorno es la aparición de los síntomas como una respuesta tardía o diferida a un acontecimiento estresante o a una situación excepcionalmente amenazante o catastrófica. Tales situaciones causarían por sí mismas malestar generalizado en casi todo el mundo: catástrofes naturales o producidas por el hombre, combates, accidentes graves, el ser testigo de la muerte violenta de alguien, el ser víctima de tortura, terrorismo, de una violación.
Se considera una respuesta tardía aquella que surge no inmediatamente pero sí dentro de los seis meses siguientes al acontecimiento estresante.
Además del hecho traumático, están presentes evocaciones o representaciones del trauma en forma de recuerdos o imágenes. También puede manifestarse un desapego emocional, con embotamiento afectivo, así como una tendencia a evitar estímulos que podrían reavivar el recuerdo del trauma.