Se caracterizan por la presencia de episodios depresivos y otros de euforia excesiva. Las alteraciones en las demás áreas de la vida son secundarias al trastorno de la afectividad.
En los trastornos bipolares, las respuestas derivadas de la tristeza o la euforia son desproporcionadas a las situaciones, y las decisiones que se toman están muy condicionadas por el estado de ánimo del momento, con resultados bastante negativos para la persona: interpersonales, laborales, de salud.
El riesgo de suicidio es elevado.
La euforia se considera patológica cuando la alegría y el optimismo son desmesurados, pudiendo pasar a irritabilidad cuando el entorno contradice a la persona.
Los episodios de euforia patológica se dividen en:
- Maníacos
- Hipomaníacos
Episodio maníaco: estado de ánimo anormal y persistentemente elevado, expansivo o irritable.
Esto afecta a la autoestima, que se eleva en exceso; disminuye la necesidad de dormir; la persona está más habladora de lo habitual, con el pensamiento acelerado y cambiando de tema sin finalizar ninguno; tiene dificultades para concentrarse; emprende muchas acciones o presenta agitación psicomotora; participa en excesivas actividades placenteras de consecuencias negativas: compras e inversiones inasumibles, indiscreción sexual…
Todo esto provoca deterioro en su ámbito laboral o en sus actividades sociales habituales.
La persona puede necesitar hospitalización para prevenir los daños a sí mismo o a los demás.
Episodio hipomaníaco: es una forma leve de manía. Los síntomas son similares pero de menor gravedad, no se pierde tanto el contacto con la realidad, por lo que la repercusión social o laboral no es tan clara como en la manía. No suele requerir hospitalización.