En primer lugar, antes de entrar a definir la Salud Mental, considero conveniente ampliar la perspectiva y encuadrar este concepto en el marco de la definición más general de Salud que hace la Organización Mundial de la Salud (OMS). Para este organismo, la Salud es entendida como «un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades».
Si se fijan, lo importante de esta definición es que incluye la dimensión positiva («bienestar») y no sólo la presencia/ausencia de enfermedades. Sin embargo, el adjetivo «completo» coloca a la Salud en un lugar prácticamente inalcanzable, por lo que este calificativo debe ser tomado con cautela o, de lo contrario, quedará como un ideal inaccesible, una utopía que nos mantendría a todos alejados de la salud gran parte del tiempo.
Una vez formulada la definición de Salud, pasaré a citar cómo entiende la OMS la Salud Mental: «un estado de bienestar en el cual el individuo es consciente de sus propias capacidades, puede afrontar las tensiones normales de la vida, puede trabajar de forma productiva y fructífera y es capaz de hacer una contribución a su comunidad».
Como podrán imaginar, el concepto de Salud Mental así definido no es concluyente, pues lo que se considera sano es algo que varía según la cultura, los paradigmas conceptuales y el espíritu de cada tiempo. A pesar de esto, en la cultura occidental de nuestra época contamos con algunos criterios para guiarnos a la hora de considerar la Salud Mental:
- El bienestar con uno mismo: la autoimagen y la autoestima, el respeto a sí mismo, la capacidad de disfrute…
- El bienestar con los demás: la confianza en el otro, la aceptación de las diferencias, la integración en algún grupo social…
- La capacidad de desenvolverse en la realidad: el manejo en la toma de decisiones, la asunción de responsabilidades, el nivel de autonomía, la capacidad de trabajo, etc.
Como cabe suponer, los déficits mantenidos en algunas de estas áreas generan sufrimiento en la persona, a veces con un deterioro significativo en las actividades de su vida diaria.
De esta forma, cuando se rompe el equilibrio necesario para poder hablar de Salud Mental, entramos en el terreno de la psicopatología, en cualquiera de sus expresiones: trastornos del estado de ánimo, de ansiedad, del sueño, etc.
En tales casos, merece tomar en serio el sufrimiento y solicitar ayuda profesional para restaurar el equilibrio físico, psíquico, emocional y social de la persona. De lo contrario, estaríamos prolongando innecesariamente el sufrimiento, que acabará produciendo daños importantes en las distintas áreas, incluida la de la salud física.