En esta época gobernada por los mercados no parece que el compromiso sea uno de los valores que más cotizan al alza.
Sé que no siempre es conveniente continuar adelante y permanecer atados a un compromiso que promete dejarnos eternamente infelices, pero me preocupa oír diariamente noticias de rupturas unilaterales de acuerdos en cualquier esfera de la vida: política, familia, amigos… Es un asunto tan frecuente y cotidiano que me pregunto si cumplir compromisos no se estará convirtiendo en algo trivial y pasado de moda.
Quiero dedicar este post a este tema ya que, como psicólogo, continuamente compruebo tanto las grandes satisfacciones que brinda el cumplimiento de los compromisos como el daño que produce la falta o ruptura de los mismos.
Ante todo, lejos de mostrar una visión moralista del asunto, señalaré algunos de los procesos internos que impiden a las personas mantener su palabra, según mi experiencia como psicólogo clínico y psicoterapeuta: temor a una fusión y necesidad de marcar distancia de la otra persona para así diferenciarse de ella; permanecer en la falta, es decir preferir buscar a encontrar, quererlo a tenerlo; idealización de lo novedoso e infravaloración de lo conocido; sentimiento (inconsciente) de culpabilidad que les hace autocastigarse o privarse de lo bueno una vez lo han alcanzado; estructuras narcisistas que dejan poco espacio a los deseos del otro, etc.
Adquirir un compromiso supone el abandono de la creencia infantil en la omnipotencia de los deseos, al implicar una determinación voluntaria a renunciar a otras alternativas distintas de la elegida.
Sin renuncia no hay compromiso real. Lo contrario, un compromiso a medias, parcial y selectivo, que sólo contemple la parte bonita del proyecto, es lo que querría el novio de este chiste:
– Luis, ¿quieres recibir a Nuria como esposa, y prometes serle fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y, así amarla y respetarla todos los días de tu vida?
– Las dos primeras preguntas sí. Las demás: no, sí, no y no.
En la vida adulta no se puede tener todo. Ahora bien, además de renuncia, el compromiso en sí ya es una importante fuente de satisfacción. No sólo por el objeto del compromiso sino porque el cumplimiento se demuestra con el tiempo, el tiempo permite el proceso y el proceso nos exige tolerancia ante las adversidades, paciencia para resolver los conflictos, trabajo en común para encontrar soluciones. De esta manera puede darse un conocimiento más profundo de la relación, un crecimiento conjunto, una consideración por uno mismo y por el otro, un fortalecimiento de lo construido.
Esto es un esfuerzo, qué duda cabe. Por eso se nos queda la cara que se nos queda cuando una persona significativa rompe caprichosamente lo acordado con nosotros, sin tenernos en cuenta. «¿Qué pasa con mi dedicación y mi tiempo? ¿Qué pasa con las expectativas que compartíamos los dos? También yo organicé mi vida alrededor de nuestro compromiso. También yo hice muchas renuncias porque teníamos un trato. También yo importo, ¿o no?»
¿Cómo nos quedamos: enojados, vacíos, dolidos? Desconcertado, como mínimo, parece quedarse Alejandro Sanz, cuando canta eso de:
«El trato era que nos quisiéramos sin el permiso del cielo.
El trato era que nos amáramos, aunque nos mandara al infierno.
El trato era que el trato era sagrado y eterno y ahora, niña, se ha muerto.
Que qué me pasa dicen, qué me pasa dicen».
Qué fácil es prometer y qué difícil, comprometerse, ¿verdad? Son cosas tan diferentes… La promesa es palabra; el compromiso, acción.
Desde el impulso, viendo la vida con la ceguera que da la pasión, otra persona puede prometernos la luna. Total, como dice el dicho: las palabras se las lleva el viento… Lo que sucede en estos casos es que el viento no sólo se lleva las palabras sino también la credibilidad de la persona. Las promesas están muy bien, pero de poco valen si uno no piensa comprometerse con su propia palabra. Por el contrario, cumpliendo nuestros compromisos, demostramos coherencia y transmitimos fiabilidad a los demás.
Quizás lo de «sin compromiso» lo podríamos dejar sólo para los presupuestos profesionales. En las relaciones personales, más vale comprometerse.
«Que qué me pasa dicen…»
Daniel González
Psicólogo en Sevilla especialista en Psicología Clínica y Psicoterapia
Totalmente de acuerdo.Nos estamos convirtiendo en personas inseguras de nosotros mismos y con miedo al compromiso.El compromiso implica sacrificio para con el otro y renuncia a cosas y eso parece que no estamos dispuesto a hacerlo Ojalá un día creamos en el compromiso como un valor bastante inmenso para nosotros y los demás.
Genial este artículo. Confío en la psicoterapia para posibilitar comprometernos con todo nuestro ser, teniendo en cuenta también al otro.
¡Felicidades por este artículo!
Me ha gustado leerlo para detenerme en algunas ideas claves que ofrece. La inclusión la canción «El pacto» de Alejandro Sanz, todo un acierto ¡Muchas gracias!