Como cada primavera, llega la Semana Santa y muchos ciudadanos ya han sacado su papeleta de sitio para salir de nazareno en su hermandad.
La Estación de penitencia suele ser el principal culto externo de cada hermandad, mediante el que los nazarenos acompañan a sus titulares dando testimonio público de su fe. Pero, además del significado compartido recogido en su libro de reglas, el modo de vivir esta experiencia tiene un valor particular para cada nazareno.
Hay nazarenos que rezan en silencio con fe y esperanza; piden perdón a Dios y salud para sus familiares. Son los que tienen más claro el sentido religioso de la estación de penitencia. Toman el esfuerzo físico como sacrificio para merecer la ayuda de Dios.
También los hay que son más espirituales que religiosos. Dedican la estación de penitencia a reflexionar sobre sus vidas y conectar con ciertos sentimientos, actitudes y decisiones, como la gratitud, el perdón, el arrepentimiento.
Nazarenos hay de muchos tipos. Seguro que también conoces personas que se toman la estación de penitencia como un reto físico, casi deportivo, para las que la introspección ocupa un lugar menos importante. O las que lo hacen por tradición, sin más vueltas. Incluso quienes salen sin saber por qué salen.
En cuanto a la dirección del foco atencional, los nazarenos más religiosos y espirituales procuran concentrarse en sus estados internos y, como es lógico, necesitan el recogimiento para su proceso personal.
En el extremo opuesto, están los nazarenos «sociales o extrovertidos»: aquellos que van más atentos a los estímulos externos. Aquí se encuentran desde los nazarenos que simplemente caminan contemplando anónimamente la ciudad y se distraen oyendo las conversaciones despreocupadas que el público mantiene a su paso, hasta los que buscan la interacción con las personas que se han acercado a ver la procesión.
Mi recomendación, como psicólogo, es que tomes la estación de penitencia como una oportunidad para estar contigo de manera distinta a como lo estás en la vorágine diaria. Que te abstraigas de la estimulación externa, que te alejes por unas horas de los dispositivos tecnológicos y que la comunicación la tengas contigo mismo (y con Dios, si eres religioso), repasando honestamente tu vida, la «salud» de tus relaciones familiares y sociales, tu compromiso con lo que quieres, tu responsabilidad ante los cambios que necesites. Y que te permitas emocionarte recordando momentos en los que has sentido el amor en todas sus manifestaciones.
No huyas de ti. Contacta contigo y disfruta tu compañía. Para estar con los demás, tienes el resto del año.
Hay muchas formas de salir de nazareno. Y tú, ¿qué clase de nazareno eres?
Daniel González
Psicólogo en Sevilla especialista en Psicología Clínica y Psicoterapia
Quizás pueda interesarle:
Semana Santa: una apología del amor
Me encanta…yo no salgo d nazareno pero si saliera estaría en el d los religiosos y por supuesto tendría en cuenta tu visión para hacer la estación d penitencia y estar más tiempo conmigo misma.