La desobediencia constante de algunos niños pequeños suele producir bastante malestar a sus padres, que se ven inmersos en una lucha agotadora con ellos.
En consulta de psicología clínica, es habitual escuchar la frustración y la impotencia de los adultos cuando ya no saben qué métodos probar para corregir la conducta de sus hijos.
Como podrá imaginar, la decepción de los padres es enorme cuando ven que, al contrario de lo que siempre habían soñado, la relación con sus hijos se ha convertido en un asunto de rivalidad, que les resta tiempo de disfrute con ellos.
Por todo esto, la convivencia familiar se convierte en una continua fuente de tensión, que afecta también a la pareja conyugal.
No cabe duda de que lo que intentan los adultos es enseñar a los hijos cuestiones de vital importancia para su desarrollo futuro: demorar la obtención de gratificaciones, aceptar una negativa, colocarse en el lugar del otro, respetar a los demás.
Entonces, ¿por qué hay niños que sistemáticamente llevan la contraria a sus padres?
En ocasiones, el negativismo de los niños es un intento –no premeditado- de marcar distancia con alguno de sus progenitores. Decir «¡no!» es una manera de diferenciarse, de dejar de ser «una prolongación de sus padres» y empezar a sentirse un individuo independiente; una persona, al fin y al cabo, aunque sea de corta edad.
Muchas veces lo que está en juego con la desobediencia es una lucha por dejar de ser «la cosita» que gusta a los padres, por dejar de ser el «niño bueno» que hace todo lo que se espera de él, y comenzar a ser uno mismo.
Es una forma –metafóricamente hablando- de cortar «el cordón umbilical» y de crear un espacio en el que desarrollarse como sujetos con deseos propios.
Como es lógico, debido a su inexperiencia, muchas de las elecciones que hacen los niños no son las más correctas en el mundo de los mayores. Por eso, los padres se ven obligados a corregirlos más aún, lo que aumenta la espiral de tensión en la familia.
Cuando un adulto se encuentra ante este tipo de problemas familiares, generalmente siente desesperación por no lograr conectar con su hijo y tiene remordimientos por pasar gran parte del tiempo castigándole, aun a sabiendas de que lo hace por su bien.
¿Es posible rebajar el nivel de tensión para lograr disfrutar de la convivencia con los hijos?
Por supuesto que sí. Cómo lograrlo dependerá de cada caso, y estoy convencido de que no pasa por seguir una serie de recomendaciones generales.
Lo que puedo adelantarle, de forma genérica, es que convendría encajar el espacio que cada hijo necesita para desarrollarse como persona con los cuidados que los padres consideran que deben proporcionarle.
Si usted está teniendo este tipo de dificultades con su hijo o con su hija, sepa que en mi consulta de psicología clínica en Sevilla puede encontrar ayuda, pero sólo tras un análisis previo de su situación particular. De este modo sí le puedo ayudar. Poque recuerde que todavía no sé nada de usted. Primero tengo que escucharle.
Daniel González
Psicólogo en Sevilla especialista en Psicología Clínica y Psicoterapia