En Necesidad, demanda y deseo (I) terminamos diciendo que el objeto del deseo es siempre inalcanzable porque las palabras de la demanda nunca llegan a recogerlo en su totalidad.
Pero precisemos algo más en relación al lenguaje y a la demanda: en el ser humano, la demanda no es una representación psíquica de la necesidad, como en los animales, en los que una señal remite unívocamente al referente. En el ser hablante, las palabras tienen valor de significantes que remiten a otros significantes, cuyos significados están en función del receptor, que es quien finalmente elige el sentido de lo verbalizado. Con este recorrido de ida y vuelta, el sujeto acaba recibiendo su propio mensaje en forma invertida, proviniendo del campo del Otro.
El hecho de que su propio mensaje le llegue al sujeto desde fuera hace que siempre quede un resto que escapa a la significación, algo imposible de formular en la demanda. Como el sentido total nunca podrá ser recogido por el significante, en cada intento de representarlo surgirán nuevas palabras, que cambiarán el significado del mensaje emitido.
Siguiendo con la satisfacción de la necesidad, habría que decir que la dependencia absoluta que caracteriza a la cría de la especie humana, la deja rendida al deseo del Otro, un Otro primordial que habrá de libidinizarla y que será quien le proporcione los objetos que satisfagan sus necesidades (el alimento, por ejemplo). De esta manera, junto al objeto de la necesidad quedará introducido el don del amor: «¡este niño tan bonito se va a tomar ahora la leche que le va a dar su mamá!».
Por extensión, hay que considerar que todas las demandas que un sujeto hace a lo largo de su vida serán, además de la demanda de algo concreto, una demanda de amor, una demanda de reconocimiento que se renueva de forma permanente.
Miller establece la diferencia entre la demanda al Otro que tiene –el Otro que puede proporcionar el objeto de la necesidad- y la demanda al Otro que no tiene –el Otro que puede darnos su falta para que nos alojemos en ella. En este planteamiento, el deseo se ubica entre ambas demandas.
Para terminar esta segunda entrega, aclaremos que la demanda de algo concreto sí puede ser fácilmente satisfecha, a diferencia del deseo, que es imposible de satisfacer porque es siempre deseo de otra cosa.
Daniel González
Psicólogo en Sevilla especialista en Psicología Clínica y Psicoterapia
Daniel, escribís muy claro, muy bueno. Gracias por tus aportes.
Gracias por tus palabras, Fernando. Me alegra saber que te parece comprensible a pesar de la complejidad del tema.