Mi padre no me entiende

«Ayer hubo otra discusión en mi familia. El día anterior le había dicho a mi padre que me gustaría que viniera algún mediodía a casa a comer con nosotros ya que, después del trabajo, suele irse a hacer deporte y se queda comiendo con los amigos. Le dije que mis compañeros del instituto suelen comentar en clase conversaciones mantenidas con sus padres a la hora del almuerzo y que yo, en cambio, a él apenas lo veo -por el trabajo y el deporte- aunque vivimos bajo el mismo techo.

Pues bien, ayer después del trabajo mi padre vino a casa a comer; pero a los dos minutos, con una mala cara que traía desde que entró por la puerta, me increpó malhumorado: “¿No querías hablar? ¡¡Venga, empieza!!”.

Le juro que no parecía mi padre. Más bien parecía un niño pequeño enrabietado, como si lo hubieran castigado sin poder salir a la calle a jugar con sus amigos…» 

La bronca que recibió fue lo de menos para él. Lo que más le dolió fue, por un lado, que su padre no entendiera que lo que él le estaba pidiendo era más tiempo de convivencia y, por el otro, que hubiera interpretado el reclamo del hijo como un intento de control sobre su tiempo libre. El padre era una persona significativa para este adolescente y, de alguna manera, él intuía que la presencia del padre a la hora de comer estaba siendo necesaria para poner cierto orden en la casa, que atravesaba en aquellos momentos algunos desajustes familiares.

A lo largo de sus sesiones de psicoterapia, este paciente habló con variados ejemplos de lo traumático que fue para él que su padre no respondiera desde el lugar adulto que le correspondía ni ejerciera su rol paterno como él necesitaba. Este joven admiraba a su padre y, con su petición, lo que trataba era de cuidar la relación, puesto que el padre era su figura masculina de referencia, así como convocarlo a su lugar de padre de familia, que estaba dejando de desempeñar.

En su tratamiento, tuvo que hacer un verdadero trabajo de duelo por la pérdida del padre idealizado que creía tener y, a partir de ahí, «recolocar» al padre en una posición menos ideal, que produjo un cambio en la forma de relacionarse con él.

¿Ha tenido usted experiencias de consecuencias similares con alguna persona importante de su vida? Tenga en cuenta que su historia personal es única, por mucho que perciba alguna analogía con el fragmento que acaba de leer. Conviene saber también que la psicoterapia es un proceso personal que cada uno tiene que atravesar, por lo que nunca es sustituible por una narración de lo que terceras personas hicieron en su tratamiento.

¿Cómo se desarrollará su caso particular? ¿De qué manera obtendrá alguna ayuda? Si se está planteando la psicoterapia como forma de superar estas experiencias, en mi consulta de psicología en Sevilla podré atenderle para que hablemos seriamente de las cosas que le preocupan. De momento, poco más puedo decirle. Recuerde que todavía no sé nada de usted. Primero tengo que escucharle.

Daniel González
Psicólogo en Sevilla especialista en Psicología Clínica y Psicoterapia

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