Enamorarse no es una patente de corso

La expresión «patente de corso» hace referencia al documento oficial que autorizaba a los propietarios de buques mercantes a perseguir a los piratas y a saquear barcos enemigos. Con esta licencia, los marinos obraban a su antojo y sin límites en otros navíos, amparados por la firma del monarca de su país o del alcalde de su municipio.

Enamorarse es una experiencia bellísima pero no una patente de corso.

Es bastante común que las parejas rompan porque uno de sus miembros se ha enamorado de una tercera persona. Hasta ahí es comprensible. El problema surge cuando la persona que toma la decisión se comporta sin consideración hacia la que había sido su pareja, creyéndose con todo el derecho a hacer lo que le viene en gana, sin mostrar empatía y desentendiéndose de sus responsabilidades familiares (en algunos casos, incluso relacionadas con sus hijos menores). En tales casos, es habitual que estas personas justifiquen sus acciones (y sus omisiones) con el argumento de que están enamoradas.

Lo más probable es que, una vez pasa la «locura transitoria» del enamoramiento, en el recuento final encuentren más pérdidas que ganancias.

¡Cuánto sufrimiento ahorrarían a sus familiares y a sí mismas si no olvidaran que ni la familia es un barco pirata ni enamorarse una patente de corso!

Daniel González
Psicólogo en Sevilla especialista en Psicología Clínica y Psicoterapia

 

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