“Como si”: una estrategia para padres de adolescentes

¿Su hijo adolescente ha dejado de obedecerles? ¿Ya ni le importan los castigos?

Seguro que cuando su hijo era pequeño ustedes solían darle órdenes y él obedecía; de lo contrario, le esperaba algún tipo de castigo, como la retirada de algo placentero: videoconsola, televisión, balón, bicicleta…

Ahora parece mentira que prefiera quedarse castigado (sin salir a la calle o sin móvil) a hacer tareas tan sencillas como recoger su dormitorio o llevar la ropa sucia a la lavadora. «¿Cómo hay que decirle las cosas para que las haga? ¿Cuántas veces hay que recordárselo? ¡Con lo fácil que es recuperar el móvil y las salidas de los fines de semana!»

¿Por qué no obedece el adolescente? ¿Por qué han dejado de ser efectivos los castigos y las órdenes que antes funcionaban? ¿Cómo detener la escalada de tensión entre los padres y el hijo? ¿Se puede poner fin a esta guerra de guerrillas que está comprometiendo seriamente la convivencia familiar?

En la mayoría de los casos, lo que un adolescente se está jugando con la desobediencia es su autonomía: sentirse mayor, dirigir su propio comportamiento. Lo que le lleva a rebelarse no es tanto el desagrado de hacer las tareas domésticas (a pocos les gusta), sino la satisfacción de sentirse un sujeto independiente. No podemos olvidar que, ante todo, un adolescente se encuentra en pleno proceso de diferenciación de sus padres, y parte de este proceso es la contradicción de no querer ser tratado como niño a la vez que él mismo tampoco adopta una posición responsable ante sus obligaciones.

¿Qué hacer en tales casos? Por desgracia, lo que muchos padres hacen cuando una pauta educativa ha dejado de ser efectiva es un «más de lo mismo»: órdenes y castigos, pero con mayor intensidad y severidad si cabe. Insisten en resolver dificultades del presente con técnicas que les resultaron efectivas en situaciones similares del pasado pero que ahora sólo contribuyen a alimentar el problema.

Como es lógico, así no consiguen que el hijo madure y se haga responsable, sino que la tensión entre ellos aumenta y la convivencia se hace insoportable.

La solución pasa por abandonar lo que repetidamente ha demostrado que no funciona y buscar nuevas estrategias. Por ejemplo, para que su hijo «responda» al nivel práctico de las tareas domésticas, es preciso que ustedes «respondan» primero a su petición de autonomía y empiecen a tratarlo como si ya fuese autónomo, conteniéndose a la hora de recordarle sus obligaciones y soportando durante algún tiempo que las cosas se queden sin hacer. Sabemos que, aunque esto es lo que pide, su hijo se resistirá a este cambio porque prefiere seguir gozando de sus privilegios infantiles, pero si ustedes actúan de este modo, ¿no le estarán demostrando que toman en serio su palabra, más incluso que él mismo?

El fin de esta estrategia es cortar el círculo vicioso en el que se halla inmersa la familia y que sólo está acarreando problemas. Obviamente, esto es bastante duro para los padres pero, ya que el «más de lo mismo» ha dejado de ser efectivo, conviene hacer un sacrificio más, como este, para lograr los objetivos perseguidos. A fin de cuentas, de lo que se trata es de ayudarlo a crecer y de que, para ustedes, la relación con su hijo vuelva a ser una fuente de disfrute familiar.

Daniel González
Psicólogo en Sevilla especialista en Psicología Clínica y Psicoterapia

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