El Diccionario de la Real Academia define la autocrítica como «juicio crítico sobre obras o comportamientos propios». Sabemos que suele ser más fácil poner el foco en nosotros mismos cuando las cosas nos han salido bien que ante los fracasos, pero tal vez merezca la pena subrayar que, incluso en los peores momentos, puede proporcionarnos muchas más ventajas hacer autocrítica que mirar para otro lado.
¿Por qué? Porque una autocrítica responsable nos animará a probar nuevas posibilidades de actuación cuando no hemos conseguido lo propuesto. Evidentemente es más cómodo culpar a los demás, a las circunstancias o a la suerte de los planes que nos salen mal, pero, a su vez, eso nos deja indefensos e impotentes, atados de manos, dependientes de las otras personas, esperando que el cambio venga desde fuera.
El orgullo y ese amor propio que nos hace atribuir los fracasos exclusivamente a factores externos nos condenan a permanecer inmóviles e instalados en la queja. Por el contrario, una autocrítica constructiva -sin regodearnos en lo mal que lo hemos hecho- nos devuelve a nosotros la capacidad de decisión y de cambio.
Reconociendo nuestros errores, disculpándonos cuando es preciso y estando dispuestos a emprender nuevos caminos, seguro que dedicaremos más energía a conseguir nuestros propósitos y menos a lamentarnos.
Daniel González
Psicólogo en Sevilla especialista en Psicología Clínica y Psicoterapia